Es una trama de corrupción "encontrada" en el Ayuntamiento de Madrid, que salta a la luz pública, aunque parece que era conocida, en la segunda quincena de noviembre y que detiene en primera providencia a 16 funcionarios. Una organización estable dedicada a conceder licencias a centros de ocio en Madrid: discotecas, salas de fiestas, que, según los empresarios, conseguir una licencia es una carrera de obstáculos. De ahí la "operación guateque" con que la bautizó la Unidad de la Policía Judicial de la Guardia Civil.
Y ese "guateque" llegó al pleno del Ayuntamiento. A ese salón con techos de Palomino, alguna vez restaurado, ignoro si por el paso del tiempo, incluso del humo cuando se permitía fumar en el hemiciclo, o si también por el continuo vanear, una buena contaminación ambiental. Cuando llegó el momento del "guateque", de la "operación guateque", la delegada de Urbanismo, Pilar Martínez, terminó su "exaltación" con un: "todos estábamos sordos". Y en ese discurso había incluido a los medios de comunicación. La delegada preguntaba dónde estaban, pues no habían hecho la oportuna denuncia del caso.
No abro ningún baúl de los recuerdos, planteo un problema latente y actual. Me estimula el nombre de este blog, título de la columna que tanto me sirvió en la crítica en beneficio de Madrid. Echo de menos una crítica municipal y también autonómica, que olvide el politiqueo y se centre en seguir los problemas de los madrileños, las necesidades de Madrid para apoyarlos con libertad sin estar supeditados por las ideologías políticas de los medios y de los representantes en el consistorio o la asamblea.
Los informadores locales, fueron fuertes y mediáticos en la década de los setenta del pasado siglo, -finales de la dictadura, inicio de la democracia-. Los informadores municipales constituyeron un grupo de presión, capaz de superar temas cargados de aristas e intereses, como la propuesta, en 1973, de construir en el Bernabéu una torre blanca de cristal con setenta pisos, con edificio anejo de diez y muy poca zona verde, ofertando el estadio en otro lugar y ofreciendo 3.000 millones por los terrenos. Era "fácil" cambiar la calificación deportiva de los terrenos.
Las autoridades sabían, los lectores sabían, en los periódicos sabían que en las páginas de local se iba a defender Madrid. El Club Blanco también y fue diligente en dar a conocer el proyecto. Merece la pena echar un vistazo a las hemerotecas. La torre no se construyó. Pena, que los hechos no se repitieran con las cuatro torres de Chamartín.
Un ejemplo más para plasmar esa defensa de Madrid. A veces, los proyectos se consultaban incluso de forma individual con los informadores municipales antes de sacarlos a la luz pública. Una especia de tanteo. Así se salvó el edificio del Reina Sofía. Era finales de los sesenta, la obra inconclusa de Sabatini para gran hospital, que de ser culminada hubiera superado al monasterio de El Escorial, y que enamoró al emperador francés, interesó a las mutualidades, para hacer un gran edificio con zona verde, la mejor "envoltura" para "vender" algún estropicio urbanístico. Tras la consulta, el despropósito no prosperó y ahí tenemos la gran fábrica de Sabatini, no ajena a reformas y mutaciones posteriores.
Los medios de comunicación fueron un colaborador municipal. Había crítica pero también cooperación y apoyo por el bien de Madrid, hasta que los posteriores ayuntamientos la apartaron. Así surgió el pódium que resguarda al excmo. señor alcalde en la actualidad.
Antaño, cuando era obligado llevar la información municipal a "sellar" a la autoridad gubernamental competente, antes de salir de la Casa de la Villa, los informadores municipales esperaban tomándose unos vinos por el viejo Madrid. Cuando esta censura despareció, las ruedas de prensa se celebraban de pie. Y fue García Lomas, siempre crítico con la prensa, -que tras dejar la alcaldía comprendió lo que no había sabido valorar como gran colaboración-, quien decidió que las ruedas de prensa se hicieran sentadas en torno a la mesa del salón de comisiones y así continuó durante varios años de la democracia.
Hoy el Ayuntamiento, a la hora de informar, cuenta con múltiples compartimentos estancos. Gabinetes de prensa por aquí, gabinetes de prensa por allá, que no dudo dan información, pero dentro de los límites del compartimento. Igual pasa con la información autonómica.
Cada día, como si del comedor de un colegio se tratara, toca un menú. A veces monomenú, dejando menos opciones que la pantalla de un ordenador. El que quiere lentejas, las come y el que no, las deja. Así las cosas, las ruedas de prensa son tan frías como un menú informático. No se puede decir a los informadores, transmisores, comunicadores, pueblo-Ayuntamiento o pueblo-Comunidad: "Hoy toca";"Hoy no toca", porque, en su ejercicio de informar, representan al lector, al oyente, al televidente, al pueblo que tiene derecho a barra libre informativa si es que estamos en democracia.
La culpa de no presionar con la información, de no transmitir, incluso de quedar en el tintero, -hoy, fuera de menú informático-, más de un "guateque", no es de los informadores, es consecuencia, en la vida local y comunitaria, del puenteo políticos-directivos de medios y sus empresas, que tratan de convertir, lo convierten en muchas ocasiones, al informador en plumilla.
En el informe presentado por Transparency International, informe global sobre la corrupción en España 2007, el trío en cabeza para subir al pódium, donde se reciben las medallas de oro, plata y bronce, está ocupado por los políticos, que el 63 por ciento de los españoles creen que son corruptos; seguidos de las empresas privadas con el 54, y los medios de comunicación con el 44. Eh ahí ese triángulo en que la empresa no responde a la vocación de servicio porque tiene voracidad por los dividendos, donde el político olvida los problemas del administrado porque tiene avaricia de poder sin límite. Si seguimos una trama, al final... políticos y empresas. Buena prueba se está encontrando en el urbanismo por poner un ejemplo y desde ahí se salpica a la prensa.
El periodista, en muchos casos puenteado, obligado en la información, cuando no está incapacitado porque carece de la formación necesaria, es más, de la titularidad precisa.
Esa "coladura" ha asombrado a la APM en el Informe Anual de la Profesión, también 2007, por la cantidad de intrusismo, un 43,3 por ciento y, en consecuencia, un paro de 3.473 profesionales. Cómplices, las empresas que no se preocupan de la titularidad y capacidad de sus redactores, ocupados con su voracidad de dividendos, siendo el más patente ejemplo el hecho de que más de un periódico de cabecera nacional, para referirnos sólo a la prensa escrita, en lo que va de siglo, ya han "disfrutado" de director sin titulo académico. El puenteo informativo que sufre el profesional le "incapacita" para descubrir y seguir el rastro de más de un "guateque". Para ello es necesario, además de la correspondiente profesionalidad, saber que cuenta con libertad, sin condicionante para informar y también con el reconocimiento de la empresa. De intrusismo siempre estuvo la profesión llena, pero ahora está rebosante y ha perdido su credibilidad. Es tema para una dura reflexión y urgente actuación.
El periodista, en muchos casos puenteado, obligado en la información, cuando no está incapacitado porque carece de la formación necesaria, es más, de la titularidad precisa.
Esa "coladura" ha asombrado a la APM en el Informe Anual de la Profesión, también 2007, por la cantidad de intrusismo, un 43,3 por ciento y, en consecuencia, un paro de 3.473 profesionales. Cómplices, las empresas que no se preocupan de la titularidad y capacidad de sus redactores, ocupados con su voracidad de dividendos, siendo el más patente ejemplo el hecho de que más de un periódico de cabecera nacional, para referirnos sólo a la prensa escrita, en lo que va de siglo, ya han "disfrutado" de director sin titulo académico. El puenteo informativo que sufre el profesional le "incapacita" para descubrir y seguir el rastro de más de un "guateque". Para ello es necesario, además de la correspondiente profesionalidad, saber que cuenta con libertad, sin condicionante para informar y también con el reconocimiento de la empresa. De intrusismo siempre estuvo la profesión llena, pero ahora está rebosante y ha perdido su credibilidad. Es tema para una dura reflexión y urgente actuación.